lunes, 28 de octubre de 2019

Doñana en peligro por la explotación ganadera. El Mundo

Medio ambiente
Polémica por el nuevo Plan de Uso y Gestión del parque

Guerra ganadera en Doñana: ya hay más vacas y yeguas que ciervos

Actualizado
La alta presencia de ganado y yeguas enfrenta a los científicos con la dirección del parque nacional. Merma la población de conejos, principal alimento del lince y el águila, y destruye nidos de aves
Vacas pastando en una de las zonas de Doñana donde se pastorea.
En el espacio natural de Doñana viven unos 2.500 ciervos, según el último censo. Y 2.670 yeguas y vacas, sólo incluyendo a las mayores de un año. Esta alta presencia de ganado genera un doble conflicto. El que ya enfrenta a los científicos de la Estación Biológica de Doñana (EBD) con la dirección del parque nacional; y a dos pueblos vecinos, Hinojos y Almonte.
La situación no es como en los 90, cuando ganaderos almonteños entraron en el parque a la fuerza, y aparecieron quemadas algunas instalaciones de Doñana. Pero la tensión va en aumento, sobre todo desde que el nuevo plan de uso del parque convierte a casi toda su superficie en susceptible de pastoreo.
En Doñana viven tres razas autóctonas y amenazadas: la yegua marismeña, la vaca de la Retuerta y la vaca marismeña. Los ganaderos son vecinos de Hinojos y Almonte, hereditarios de una tradición de siglos. También obtienen con el vacuno subvenciones europeas, y con el caballo una oportunidad de lucimiento social y de disfrute de Doñana al poder entrar al parque.
El conflicto con los científicos lleva al director de la EBD, Xim Cerdá, a afirmar que la dirección del parque "no nos hace ni caso, es un muro, nos hemos cansado y queremos denunciarlo". Al margen de las discusiones, la EBD ha elevado una queja formal por el nuevo Plan Rector de Uso y Gestión (PRUG) aprobado por la Junta, que abre "en caso de necesidad" el uso ganadero a casi todas las fincas de Doñana. Algunas muy delicadas, "como Caracoles, el único lugar donde se ve la evolución del ecosistema" sin presencia ganadera.
Ramón Soriguer, experto de la EBD en este tema, subraya los problemas ecológicos que causa. El principal, el sobrepastoreo, que acaba con el conejo, el alimento clave para el lince y el águila, y con especies vegetales protegidas. El pisoteo es otro de ellos, sobre todo cuando hay sequía y las vacas y caballos se desplazan en busca de pasto, aplastando nidos de aves rastreras.
La Asociación de Ganado Marismeño ha animado a sus asociados a no colaborar con una investigación de la EBD sobre movimiento del ganado dentro de Doñana, lamenta Cerdá. Desde la Asociación de Ganado Marismeño, su secretario, Sergio Nogales, considera que "acabar con el ganado no soluciona nada, pues es lo que más regulado está" en Doñana. Él cifra en 1.800 las cabezas mayores de un año de los miembros.
Esa asociación aglutina a 617 ganaderos, que aprovechan unas 40.000 hectáreas de las 120.000 del espacio natural. Todas las plazas para ganado disponibles en el parque están ocupadas, y Nogales insiste en que "el ganado es beneficioso para el medio ambiente; el hombre ha creado lo que ahora es Doñana, aquello no es una selva virgen".
Yegua marismeña en una zona en la que no hay sobrepastoreo.
Mientras que los ganaderos de vacuno viven en parte de esto, los de equino ya no. En su caso su importancia radica en su tradición. O, como dice con sarcasmo un antiguo director del parque, "son aficionados al Rocío que les sale gratis" tener a la montura en Doñana. En lo que coincide con Juanjo Carmona, de la organización conservacionista WWF: "Hay quien desea tener caballos en Doñana para su diversión, para el postureo".
Los ecologistas de WWF han elevado a la Junta alegaciones al plan ganadero de Doñana. Consideran que "no hay justificación técnica ni científica para que se aumente" el ganado y consideran que "se debe reducir para la conservación del espacio natural".
Los datos que da la Junta de Andalucía incluyen a las 150 vacas y 150 caballos de la Retuerta que gestiona la propia EBD para su conservación. Además de los 2.500 ciervos, existen unos 1.000 gamos, según esta entidad científica. La Consejería de Agricultura y Desarrollo Sostenible recalca que el nuevo PRUG, de 2016, reconoce a la ganadería como "aprovechamiento tradicional", pero marcando "carga máxima por finca, las normas de manejo, y determinaciones que eviten una incidencia relevante en la conservación". Entre ellas fijar áreas sin aprovechamiento ganadero (zonas de reserva), o medidas de exclusión temporal por motivos de conservación.

Dos pueblos en conflicto

El conflicto entre los dos pueblos doñaneros surge cuando Hinojos restringe en 2010 la presencia de ganaderos almonteños en su espacio dentro del parque. De las más de 400 plazas les dejan 99. Hinojos ya había creado en 1991 la Traída de las Yeguas una fiesta idéntica a la famosa y con más de 500 años Saca de las Yeguas almonteña. Ambas consisten en sacar de Doñana a los animales, y devolverlos días después.
Ese conflicto lleva a la Junta a buscar sitio a las yeguas de los almonteños dentro de Doñana. Tanto la EBD como WWF señalan que el carácter "rociero" y las simpatías con los ganaderos del anterior consejero de Medio Ambiente, José Fiscal, explica la decisión de asegurarles el pasto gratuito. En esos momentos es presidente de los ganaderos Francisco Chavero, antiguo guarda de Doñana y condenado en 2012 por tráfico de hachís a través del parque. Él impulsó y logró la supresión de la Saca en 2017 como protesta por el uso de pastos. El año siguiente se reanudó.

sábado, 5 de octubre de 2019

Cartografía histórica. El País

Seres sin alma, monstruos y expediciones: así acabaron las antípodas en los mapas

En la Edad Media ya se sabía que la tierra era redonda, lo que no se sabía era qué había en el otro hemisferio

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Mapa del Pacífico de Ortelius, incluido en su 'Theatrum orbis terrarum', considerado el primer atlas moderno
Mapa del Pacífico de Ortelius, incluido en su 'Theatrum orbis terrarum', considerado el primer atlas moderno

Aún persiste la idea de que en la Edad Media se pensaba que la Tierra era plana. Pero no es cierto: todos los estudiosos de la época ya sabían que era una esfera. Lo cuenta Umberto Eco en su Historia de las tierras y los lugares legendarios, citando a Dante, Orígenes, Ambrosio, Alberto Magno, Tomás de Aquino e Isidoro de Sevilla, que incluso calculó la longitud del Ecuador.
De hecho, las dudas sobre la ruta que proponía Colón no se debían al temor a que cayera por un abismo. Se sospechaba que el navegante se basaba en un cálculo optimista acerca del tamaño de la Tierra y que su ruta no era tan corta como creía (y no lo era).
Lo que no se tenía tan claro era si el hemisferio sur, las antípodas, estaban habitadas y si esos habitantes eran personas o más bien monstruos extraños, quizás sin alma.
La idea de las antípodas ya surge en la Grecia clásica: si la Tierra es redonda, obviamente tendrá dos hemisferios. Por ejemplo, el cartógrafo y filósofo griego Crates de Malos defendía en el siglo II a. C. la existencia de dos continentes habitados en el hemisferio norte y dos en el hemisferio sur, aunque incomunicados.
El escritor romano Macrobio (siglos III y IV d. C.) sostenía una idea similar, como escribe Jerry Brotton en su Historia del mundo en 12 mapas. Según contaba, no podemos establecer contacto con los habitantes del sur porque nos separa de ellos una zona demasiado calurosa como para atravesarla.
Uno de los problemas para defender la existencia de habitantes en las antípodas era la dificultad que suponía pensar en gente que viviera bocabajo. Lactancio (siglos III y IV) escribió que no creía en “hombres con los pies más arriba que su cabeza” ni en “lluvia, nieve y granizo” que “caen de abajo arriba”.
No es la única idea que hacía pensar en unas antípodas deshabitadas: como se sospechaba que no había habido contacto entre el sur y el norte, Agustín de Hipona (siglos IV y V) dedujo que los habitantes del otro hemisferio no descenderían de Adán y que por tanto no habrían sido afectados por la redención. Como recoge Eco, él se inclinaba más bien por creer que se trataba de tierras deshabitadas.
Esta desconfianza se extendió durante la Edad Media, a pesar de excepciones. Como Dante Alighieri, que en su Divina Comedia hablaba de una entrada al infierno en el hemisferio norte y una entrada al Purgatorio en el lado opuesto.
Iluminación de un manuscrito francés de 1475 de 'La ciudad de Dios', de Agustín de Hipona (siglo V)
A partir de la llegada de los europeos a América, la existencia de tierras (y personas) al sur del Ecuador dejó de ponerse en duda “porque se empezaron a conocer tierras del hemisferio sur que antes eran consideradas inaccesibles”, escribe Eco. Y también se comenzó a comprobar que estar en el hemisferio sur no implicaba estar bocabajo.
La Tierra Austral y la Antártida
A pesar de los viajes de los europeos por el hemisferio sur, las antípodas mantuvieron durante un tiempo su aura de leyenda. El explorador Antonio Pigafetta, uno de los participantes en la expedición de Magallanes y Elcano que completó la primera circunnavegación de la Tierra entre 1519 y 1522, escribió en sus memorias del viaje que esperaba hallar “hombres y mujeres que no miden más de un codo y tienen las orejas tan grandes como ellos: con una se hacen la cama y con la otra se cubren”.
La leyenda se fue sustituyendo por el espíritu explorador y la sospecha de que quedaba otro gran continente por descubrir en el extremo sur del globo, la llamada Tierra Austral. Magallanes la creyó haber hallado y la llamó Terra Australis recenter inventa sed nondum plene cognita (“Tierra recientemente hallada, pero no conocida del todo”). Era Tierra del Fuego. “Después de él, muchos otros buscarían la Terra Incognita en el Atlántico Sur, en el Océano Índico meridional y en el Pacífico Austral”, cuenta Eco.
La existencia de la llamada Terra Australis siguió siendo objeto de conjeturas y esbozos en mapas a partir del siglo XVI, cuando los exploradores españoles llegaron a Nueva Guinea, a las Carolinas y a las Filipinas. Como escribe Simon Garfield en su libro En el mapa, según el momento, Terra Australis incluía Tierra del Fuego, Australia, Nueva Zelanda “y cualquier cosa que flotara en el Océano Pacífico y que los navegantes encontraran por casualidad”.
Las islas de los Ladrones o islas Marianas, en un dibujo francés a partir del diario de Pigafetta. The Granger Collection, Nueva York
Entre 1772 y 1775, el capitán James Cook emprendió su segunda gran expedición, dos años después de haber llegado a Australia. La Royal Society inglesa le había pedido que buscara esa Tierra Austral que quedaba por descubrir. Durante su expedición, Cook y sus hombres se adentraron tres veces en el Círculo Antártico en una niebla densa. Según su diario, llegaron a oír pingüinos, pero no vieron ninguno. Su barco pasó a poco más de 100 kilómetros de la Antártida.
Tras esta expedición, se descartó la idea de que la Tierra Austral fuera una región habitada o habitable, en caso de existir, explica Garfield. Esto se comprobó de manera definitiva cuando se llegó a la Antártida en 1820.
Las antípodas ya no suponen un misterio: los europeos sabemos que al sur del Ecuador la gente no camina bocabajo ni son seres que duermen envueltos en sus orejas. Estas ideas se han sustituido por experimentos mentales en los que nos preguntamos qué pasaría si caváramos un agujero con la intención de atravesar el planeta. Es decir, qué nos encontraríamos en las antípodas exactas.
Suponiendo que pudiéramos hacerlo, gran parte de los españoles llegaríamos a Nueva Zelanda. Pero muchos de los habitantes del planeta acabaría en el océano: la mayoría de las regiones habitadas tiene agua al otro lado.



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