miércoles, 11 de abril de 2018

Evolución del mar Mediterráneo hasta su configuración actual. Diario El País

La cascada de un kilómetro de altura que devolvió el agua al Mediterráneo


Sedimentos cerca de Malta respaldan la hipótesis de una 'megainundación' hace cinco millones de años


Geólogos visitan la mina de Realmonte en Sicilia, donde se extrae sal del Messiniense. En vídeo, reconstrucción animada del periodo en el que volvió el agua al Mediterráneo.
Sondeos del suelo marino revelaron en 1973 la presencia de enormes depósitos de sal en las profundidades del mar Mediterráneo. Estas sales, atrapadas bajo las capas de sedimentos más recientes, cuentan la historia de la Crisis Salina del Messiniense, una increíble desecación del Mediterráneo que ocurrió seis millones de años atrás. Hace unos meses, un equipo de científicos encontró pruebas en el fondo del canal de Malta que respaldan la hipótesis de una megainundación como el fin de la crisis. Los hallazgos apuntan a la existencia pasada de una gigantesca catarata que llenó la mitad oriental del Mediterráneo, al rebosar la cuenca más cercana al Atlántico como una bañera.
Durante el Messiniense, el mar Mediterráneo quedó incomunicado del océano Atlántico y por eso llegó a evaporarse casi por completo, dejando un paisaje yermo salpicado con marismas salinas. Así debió de verse durante un millón de años, hasta que la depresión se volvió a llenar en una de las inundaciones más espectaculares de la historia de la Tierra. Según la teoría más aceptada, impulsada por el descubrimiento en 2009 de un cañón submarino en el mar de Alborán, el Mediterráneo se llenó en solo dos años por una entrada masiva de agua atlántica. Este suceso tuvo lugar hace 5,3 millones de años y se conoce como la megainundación del período Zancliense.
“Una de las preguntas recurrentes que tuvimos tras ese estudio fue qué sucedió con esta entrada de agua: cómo se transfirió del Mediterráneo occidental al Mediterráneo oriental”, recuerda el investigador del Instituto de Ciencias de la Tierra Jaume Almera (ICTJA‐CSIC) Daniel García-Castellanos, quien encabezó aquel estudio. Las dos cuencas están separadas por una especie de acantilado submarino, el escarpe de Malta, que separa la corteza continental (al oeste, somera) de la corteza oceánica (al este, más profunda), y que en algunos puntos alcanza un desnivel de tres kilómetros.
Este año, un equipo internacional de hidrogeólogos, encabezado por Aaron Micallef de la Universidad de Malta, describe en Scientific Reports el hallazgo de un depósito caótico de sedimentos en el fondo del mar Jónico, justo pasado ese escarpe. Los restos se corresponden, según los autores, al material erosionado arrastrado por el inmenso flujo de agua de la cuenca occidental del Mediterráneo, cuando esta se colmó gracias al agua atlántica que había entrado primero por el actual estrecho de Gibraltar.
Los sedimentos, identificados por el reflejo de ondas sísmicas generadas desde un barco, están situados en la desembocadura de un cañón submarino que conectaba las dos cuencas del Mediterráneo, de oeste a este. Esta garganta tiene en la cuenca occidental una boca con forma de anfiteatro y pendiente relativamente suave, que habría servido como el colector de las aguas excedentes que fluían precipitadamente hacia el mar Jónico. El cañón de Noto, como se llama, atraviesa el escarpe de Malta con una anchura de cinco o seis kilómetros y tiene paredes prácticamente verticales de cientos de metros de altura por las que habría caído el agua rebosante.
“Tiene una forma característica parecida a los cañones formados durante megainundaciones del Pleistoceno, cuando las rupturas de presas de hielo descargaban uno o varios millones de metros cúbicos de agua súbitamente, en procesos muy potentes”, explica García-Castellanos, que también participó en esta investigación. Igual que en esos casos, las aguas dragaron una cicatriz enorme en la superficie de la Tierra, y en esta ocasión arrastraron sedimentos que se depositaron de forma anárquica al final del cañón, alcanzando los 860 metros en algunos puntos. Descansan sobre los restos de sal previos, y ahora están cubiertos por cientos de metros de sedimentos más recientes y varios kilómetros de agua.
Los investigadores Ferrán Estrada y Gemma Ercilla, del Instituto de Ciencias del Mar (ICM-CSIC) de Barcelona tienen una interpretación cautelosa del hallazgo, basada en su propia experiencia de estudiar el cañón erosionado al este del estrecho de Gibraltar, en el mar de Alborán. Este accidente geográfico apareció durante la fase inicial de llenado del Mediterráneo, pero no presenta características tan espectaculares como las del canal de Noto. “Los depósitos que nosotros vemos en el mar de Alborán, donde el impacto de la inundación es mucho mayor que en la zona de Malta, no tienen dimensiones para nada comparables con lo que ellos ven allí”, señala Estrada. García-Castellanos argumenta que esto probablemente se debe a que el suelo en el mar de Alborán era más blando que el del escarpe de Malta, y el desnivel más gradual.
Estrada también señala que es “raro” que los depósitos estén todos en la desembocadura del cañón y no se encuentren también distribuidos a los lados de la corriente, como en las riberas de un río, aunque el equipo de Micallef sí tomó muestras de sedimentos que afloran en la plataforma de Malta y que podrían corresponderse a esos depósitos laterales. “El Mediterráneo es muy activo y lo que vemos ahora no es lo que había”, recuerda Estrada.
No obstante, la edad y la ordenación estratigráfica de los sedimentos son consistentes con la propuesta de los investigadores, concede Ercilla. “Todavía sigue habiendo muchas incógnitas”, dice la investigadora. Una prueba clave vendrá cuando el equipo logre tomar muestras directas perforando el suelo marino, un proceso costoso para el que solo están equipados unos cuantos navíos en todo el mundo. Esos valiosos testigos permitirán un análisis más detallado de la edad, ordenación, procedencia y composición de los sedimentos.

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