domingo, 15 de septiembre de 2019

Gráfico de Gota Gría o DANA

¿Qué es la gota fría?

Antonio Rivera - 20 Ene 2012 - 13:49
La sola mención de este fenómeno meteorológico hace temblar a miles y miles de valencianos. La historia nos ha enseñado que nuestro clima tiene estos caprichos...apenas lluve durante el verano pero, en muchas ocasiones, cuando llega el otoño, el cielo parece dispuesto a recuperar el tiempo perdido.
¿Qué es realmente la gota fría?, ¿por qué se produce? ¿tendremos este año gota fría? Vamos a intentar aclarar una serie de aspectos relacionados con estas situaciones:
En España, el término "gota fría" se hizo muy popular a través de la televisión, sobre todo gracias al gran Mariano Medina que cuando era el hombre del tiempo oficial de TVE, lo utilizaba. En realidad, "gota fría" proviene de la traducción de la palabra alemana "kaltlufttropfen", cuya traducción aproximada es "gota de aire frío". No es un término nuevo, ni mucho menos, ya que su aparición data de 1886, y se utilizaba para designar: " una marcada depresión en altura, sin reflejo en superficie, en cuya parte central se encuentra en aire más frío". O sea, que meteorológicamente hablando, una gota fría podríamos decir que es un embolsamiento de aire frío en altura, aire frío que se ha descolgado de latitudes altas y que circula de forma aislada entre aire más cálido alrededor de nuestras latitudes.
Hasta aquí todo está mas o menos claro....la presencia de ese aire frío en altura inestabiliza la atmósfera, pero ahora empiezan a surgir las dificultades, y si no escuchen: Ni todas las gotas frías producen lluvias torrenciales, ni todas las lluvias torrenciales están acampañadas de una gota fría. De esta última frase podemos extraer una consecuencia importante: La mala utilización que se le da al término Gota fría, convirtiéndolo en sinónimo de lluvias torrenciales. Y es que, en el léxico popular, la palabra gota fría ha dejado de corresponderse con esa acepción meteorológica que se corresponde con la existencia de un embolsamiento frío en altura, para acabar utilizándose para designar las lluvias torrenciales otoñales tan habituales en nuestro clima. O sea, que ha acabado utilizándose el término para designar las consecuencias más que las causas.
Piensen una cosa, al año nos visitan unas 20-30 gotas frías. ¿Verdad que no hay tantos casos de lluvias torrenciales? Es por esta razón por la que algunos meteorólogos prefieren utilizar para estos embolsamientos de aire frío otros términos como DANA (depresión aislada en niveles altos), término sin duda menos viciado, otra forma de referirse a la gota fría.
Se preguntarán ustedes entonces: Si como acabo de comentarles las gotas frías no se encuentran detrás de todas las lluvias importantes, ¿Por qué se producen en ese caso tales lluvias otoñales? La respuesta no es fácil, ya que en este caso, como en casi todos los relacionados con la meteorologías, los fenómenos atmosféricos son tan complejos que encontrar la causa-efecto de forma directa no es nada sencillo. De hecho, podríamos hablar de que las lluvias torrenciales o los grandes temporales otoñales no obedecen a una causa única, sino que más bien se trata de una concatenación de circustancias las cuales, cuando se producen a la vez, cuando se unen las piezas del puzle si lo prefieren, es cuando se producen.
Quizás la causa más importante sea la existencia de un flujo de viento de largo recorrido marítimo. Es lógico que si en estas situaciones las precipitaciones son tan abundantes, debe existir una fuente de recarga que haga que aparezcan constantemente sistemas nubosos con agua precipitable en grandes cantidades. Como es lógico, la presencia de una importante masa de agua relativamente cálida (sobre todo después del verano) supone que el principal cambio que se produce es el trasvase por evaporación de grandes cantidades de humedad y calor latente a los niveles superficiales de las masas de aire que acceden a la cuenca mediterránea. La consecuencia inmediata es un fuerte incremento de la inestabilidad potencial y convectiva de dichas masas.

Es importante llegados a este punto hacer un pequeño matiz en relación a la temperatura del agua del mar, sobre todo porque cuando se produce un verano cálido siempre se comenta dicha temperatura alta como provocadora de la gota fría. Realmente, la importancia de la temperatura del Mediterráneo es relativa, siendo más importante la diferencia de temperatura entre la masa de aire y la propia temperatura de agua. Aunque bien es cierto, que un mar cálido ofrece más energía y por tanto, las precipitaciones pueden ser potencialmente más intensas que cuando está frío. Diferencias de temperatura entre la masa y el mar de unos 5 a 7ºC al menos, son necesarios para que se produzcan recargas suficientemente importantes. El mar se comporta, por tanto, como cálido o frío dependiendo de la temperatura de la masa de aire que lo sobrevuela. Podríamos decir que un mar cálido haría que, si todas las demás piezas encajan, se producirían lluvias más violentas, pero de ningún modo provocará ningún tipo de lluvias si los demás factores no aparecen. Por tanto, el hecho de que un verano haga calor, y que consecuentemente el mar se caliente más de lo normal, no quiere decir que se vayan a producir lluvias torrenciales otoñales. Valga este dato: Los veranos del 2003 y de 1994, más cálidos que el actual, no se produjo gota fría en otoño. ¿Habrá por tanto gota fría este año? Pués no lo sabemos.
Volvamos a esa masa de aire que se ha recargado de humedad al atravesar el cálido Mediterráneo y que llega a nuestras costas. Dicha masa, al calentarse y humedecerse, se ha inestabilizada lo suficiente para que por sí sola sea capaz de provocar lluvias que pueden ser incluso importantes (una atmósfera inestable es aquella en la que se producen ascensos de aire, y por tanto formación de nubes y lluvias).A partir de aquí entran en escena lo que podríamos denominar "efecto disparo", que no son ni más ni menos que factores que hacen que dichas lluvias se potencien hasta llegar a ser torrenciales.
Dichos efectos pueden ser dos: por un lado el factor orográfico. La orografía actúa como elemento de disparo de las precipitaciones al obligar a ascender las masas cargadas de humedad, y, por tanto, a condensar el vapor de agua que contienen. Por tanto inician o incrementan el poder de convección, además de desarrollar otro papel importante ya que es capaz de retener grandes núcleos de precipitación activos, provocando sistemas cuasi-estacionarios, favoreciendo la descarga de grandes cantidades de agua en los lugares favorables. Es por esta razón por la que las zonas de la marina y la safor, con montañas orientadas de tal forma que reciben el golpe directo de los vientos de procedencia NE, alcanzan siempre valores tan descomunales en estas situaciones.
El otro efecto disparo, sería la existencia de aire frío en altura, o sea la existencia por ejemplo de nuestra querida gota fría, que hace que esas masas de aire húmedas que ascienden, al encontrar aire frío, asciendan de forma más violenta y explosiva, formando de esta forma los grandes complejos nubosos de los que se producen los grandes aguaceros. Como ven, por fin hemos llegado a la gota fría, para colocarla como un ingrediente más, que lejos de causar las grandes precipitaciones lo que hace es intensificarlas, pero siempre que se den los demás factores antes comentados. Fíjense en el siguiente dato: según un estudio del CEAM, de los 31 eventos de lluvias intensas que se produjeron en nuestra Comunidad entre 1971 y 2000, sólo en 9 aparecía una gota fría en altura..
Lo que sí es cierto es que independientemente de la percepción, identificación semántica o valoración, lo cierto es que en el territorio valenciano las precipitaciones intensas tienen consecuencias muy graves, debido por un lado a la naturaleza del propio fenómeno, a la configuración del territorio y, sobre todo, a que estamos en un territorio en el que la acción antrópica está muy presente, aspecto éste último que tiene como resultado la concentración de población, actividades, infraestructuras, etc., en determinadas áreas. La población tiende a concentrarse en áreas en las que son muy elevados los riesgos de que las precipitaciones intensas tengan sus efectos más devastadores.

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